lunes, abril 30, 2007

EXPRESIÓN POÉTICA


El hombre tiene una necesidad imperiosa de transmitir ideas a los demás hombres y recibirlas de ellos, esto es: tiene necesidad imperiosa de comunicarse. Para satisfacer esta necesidad utiliza, básicamente, el lenguaje, que emplea de forma hablada o gráfica. Accesoriamente, en la comunicación hablada, utiliza toda una gama de entonaciones, gestos y sonidos extralingüísticos.
Al decir que el hombre comunica “ideas” debemos interpretar que en esta palabra se engloban todos sus “contenidos psíquicos”. Un contenido psíquico es algo complejo pues en él se contienen ingredientes conceptuales, axiológicos, sensoriales, volitivos, etc. Así, por ejemplo, supongamos que yo digo a alguien que toma sopa: “¡un pelo!”. Si analizamos el contenido psíquico que estoy comunicando, veremos que se compone de un concepto como primer ingrediente: el concepto de “pelo”. Pero, además, estoy comunicando una serie de elementos: repugnancia, aviso, deseo de que no lo ingiera la otra persona, ansiedad, etc. Es decir, toda una serie de ingredientes afectivos, volitivos, sensoriales, etc., que se unen con el ingrediente conceptual para así conformar el “contenido psíquico”.
El lenguaje no poético sólo comunica el ingrediente conceptual del contenido psíquico. Si leemos en un periódico: “el reo fue ejecutado”, no se nos están comunicando nada más que conceptos (concepto“reo”, concepto “ejecutado”), sin añadir nada de lo que el autor de la comunicación, deplora, sufre, teme, odia etc. de esos conceptos.
En el lenguaje poético se intenta comunicar la contemplación de un contenido psíquico “tal como es en realidad”, es decir, íntegro, individualizado, recogiendo todos sus matices o ingredientes.
La poesía debe darnos la impresión (no importa si engañosa) de que, a través de meras palabras, se nos comunica el conocimiento (o percepción) de un contenido psíquico, tal como éste es en la vida real.
Esta comunicación debe ir acompañada de un desprendimiento de placer estético en el que coinciden autor y lector (u oyente). Este placer estético (o alegría estética, según Sartre) pudiera proceder de la plenitud vital que experimentamos al perfeccionarnos conociendo. El hombre recibe placenteramente todo aquello que lo perfecciona.
La poesía no es, sin más, emoción a secas, sino percepción de emociones, evocación serena de impresiones y sensaciones. Lo que se comunica no es un contenido anímico real, sino su contemplación. Los contenidos anímicos reales sólo se sienten. La contemplación de un contenido anímico puede hacernos reaccionar emotivamente, reacción que al autor comparte con nosotros (lectores). Si el poema comunicase el contenido anímico y no su contemplación, cuando el autor escribe que está enamorado, nosotros también nos enamoraríamos. Hay distancia entre contemplar y vivir, entre lenguaje y realidad.
La comunicación de la que se habla no es de un contenido anímico real del autor, sino imaginario. Hemos de distinguir entre el narrador poemático (ente de ficción), el autor (ser de carne y hueso) y el “autor” tal como el lector lo imagina. El narrador poemático es un sueño del autor y el “autor” es un sueño del lector. Si el narrador es ficticio, ficticia también (imaginaria) lo será su comunicación. Ya decía Pessoa:

O poeta é um fingidor
Finge tão completamente
que chega a fingir que é dor
a dor que deveras sente.

Esta comunicación ha de realizarse “con meras palabras”. El lenguaje coloquial intenta transmitir también, aunque de una forma más tosca, algún ingrediente del contenido psíquico, además del puramente conceptual. Para ello, se vale principalmente de la gesticulación y de la entonación que, aunque también se dan en la poesía “hablada”, no son su parte esencial. El contenido psíquico que aparenta comunicar la poesía ha de estar ya íntegro en su expresión escrita, por más que, al ser declamada, pueda realzarse algún matiz que estaba ya implícito en el poema. Es decir, que la aparente comunicación de un contenido psíquico ha de realizase “con meras palabras”.
Cabrían algunas matizaciones sobre los contenidos psíquicos o anímicos que el poeta trata de comunicar. Las realidades anímicas son personales, únicas. Cada hombre se halla, en efecto, individualizado, individualización determinada por sus particulares temperamento, inteligencia, dotes afectivas y sensibilidad. Un contenido anímico es un complejo de elementos conceptuales, sensoriales, afectivos, volitivos, etc., que forman una síntesis espiritual, un todo. De este todo sólo el elemento conceptual puede ser común a los diferentes individuos; los demás cambian siempre con el sujeto. Por tanto, el contenido psíquico (o anímico) que se comunica no podrá ser nunca el mismo que poseyó el autor, aunque debe darnos la ilusión de que se ha comunicado totalmente dicho contenido.
Una vez expuesto el hecho de la expresividad poética, puede ser conveniente analizar los procedimientos de que se vale el autor para intentar comunicar un contenido psíquico sintético.
Y es que con la lengua, entendida ésta como el sistema de signos y de las relaciones entre estos signos, que una gran mayoría coincide en entender de igual forma, con esta lengua no podemos transmitir un contenido psíquico “tal como es”. Un contenido psíquico es algo individual y la lengua expresa sólo lo genérico. Si digo “árbol”, estoy expresando únicamente el concepto “árbol”, que todos conocen y comparten, pero no puedo transmitir el contenido psíquico que yo tengo (y sólo yo) de “este árbol concreto”, con toda su carga de belleza, de grandeza, de pureza, de utilidad, de sentimiento, etc., es decir el contenido psíquico sintético que en este momento poseo de este árbol. Por otra parte, si quisiera, mediante el empleo de la lengua, describir todos estos ingredientes de mi contenido psíquico “árbol”, nunca lograría transmitir la síntesis individual de ese contenido sino un mero análisis de sus ingredientes, una enumeración de los mismos. La lengua, además de ser genérica, es analítica. No puede expresar lo individual, lo sintético. La lengua, entendida como “norma”, no puede alzarse a poesía. Para convertir la lengua en instrumento poético es necesario someterla a una serie de transformaciones, de sustituciones. Sin sustitución, no hay poesía.
Para que ésta exista, para que se comunique un contenido anímico sintético, debe intervenir un “sustituyente”, una palabra o un sintagma que se coloca en el lugar del “sustituido”, de un elemento de lengua de significado genérico. Y para que este “sustituyente” tenga capacidad de expresar una significación sintética, individualizada, ha de sufrir la acción de un “modificante”, gracias al cual el “sustituyente” deja de tener un significado genérico para cobrar otro significado: el sintético que el autor trata de comunicar. Si el “sustituyente” se apartase de su contexto y dejara de sufrir la acción del “modificante”, ya no tendría ese nuevo significado sintético que el autor pretende darle. El “sustituyente” privado del “modificante” es lo que llamamos “modificado”. Vemos pues que “sustituyente”, “sustituido”, “modificante” y “modificado” son los cuatro pilares en los que se sustenta la expresión poética
Todo esto será más comprensible si utilizamos un ejemplo.
Vamos a elegir el comienzo de este poema de Cernuda, y en particular, la figura que aparece en negrita:

Adolescente fui en días idénticos a nubes,
cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,
y extraño es, si ese recuerdo busco,
que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.

Parece evidente que el poeta no quiere decir que aquellos días (espacios de tiempo) eran
lo mismo o muy parecidos a esa masas de vapor de agua suspendidas en la atmósfera. Un espacio de tiempo nunca puede ser idéntico a una cosa física perceptible por nuestros sentidos. El poeta más bien quiere dar a entender la vaguedad de su existencia, de su vivir, pensar y sentir, en aquellos tiempos de su adolescencia, su turbiedad, su sutileza, su levedad y ligereza, su fugacidad, su ternura... Pero no puede hacer una enumeración de todo esto (¡y cuántas cosas más!) porque así no conseguiría comunicar su contenido psíquico sintético. Lo que el poeta elige para ello, lo que expresa este contenido, es la palabra “nubes”: “días idénticos a nubes”. Veamos dónde están aquí el “sustituyente”, el “sustituido”, el “modificante” y el “modificado”
“Sustituyente”: “nubes”, en el sentido de cosas etéreas, vagas, imprecisas, fugaces, leves, tiernas, etc.
“Sustituido”: todo lo que el poeta quiere decir de aquellos días de su adolescencia: que eran vagos, imprecisos, turbios, sutiles etéreos, fugaces, etc., elementos todos pertenecientes a la “lengua” genérica que no sirven para comunicar la individualidad del contenido psíquico tal como es.
“Modificante”: “días idénticos a”. Si el significado de la palabra nubes no estuviera variado por la acción de este modificante, si la encontráramos en otro contexto (“el cielo está cubierto de nubes”, por ejemplo), ya no tendrían el sentido que le asignamos como “sustituyente”.
“Modificado”: “nubes”, en el sentido de masas de vapor de agua.
Verdaderamente, el poema es un conjunto de sustituyentes, e incluso puede ser definido como un único sustituyente total, dentro del cual hay multitud de modificantes que van ocasionando otras tantas sustituciones parciales hasta la transformación de todo el poema. Los términos de un poema pueden ser modificados por diferentes términos del contexto y cada uno de éstos, a su vez, ser modificados por otros o por algunos de los primeros, formándose con frecuencia, un entramado de modificantes – sustituyentes. Cualquier elemento puede (en su caso) ser modificante de otro. Y este elemento modificante, que casi siempre está contenido en su entorno contextual, puede incluso, en ocasiones, ser ajeno al texto del poema y ser algo que se halla presente en la conciencia de todos los hombres, fruto de su experiencia o imperativo de su razón, tendencia vital, sentido moral, etc.
Esta terminología (modificante, modificado, sustituyente y sustituido), debida al insigne Carlos Bousoño, es más universal que la comúnmente usada para la imagen, que nos habla de “plano evocado” (sustituyente) y “plano real” (sustituido), pero que nada nos dice del modificante (sin el que la imagen no tendría valor expresivo) ni del modificado.